La tecnología está definitivamente instalada en nuestras vidas y en la de nuestros hijos e hijas, y este nuevo hábito, en sí, no tiene nada de malo. Lo importante es pensar no sólo cuánto tiempo usan los dispositivos si no también, qué hacen con ellos cuando están conectados, sólo así podremos determinar cuál es el tiempo adecuado de exposición a las pantallas.
El uso de la PC o computadora de escritorio descendió en los últimos años y ya no es el soporte más utilizado para navegar en internet. Ese lugar hoy lo ocupa el celular, en casi todos los consumos culturales digitales.
En la actualidad, casi el 90% de la población tiene celular y el 75% lo utiliza como una terminal multifunción de consumo cultural, es decir, escucha música, ve películas y series, lee y juega videojuegos. Prácticamente todas las personas menores de 29 años se conectan a internet (alrededor del 97%). El 95,6% de los chicos de 12 a 16 años la usan y más de la mitad de los jóvenes de entre 12 y 17 años juega con videojuegos 1.
El estudio “Kids Online/ Chic@s Conectados” 2 que se implementó en Argentina, realizando más de mil entrevistas a adolescentes de entre 13 y 18 años, arrojó que el 51% usa internet todo el tiempo, el 20% lo hizo más de una vez por día y el 16% más de una vez por hora. Solo el 12% lo hace una vez al día o menos.
Si bien son muchas las horas que todas las personas pasan frente a las pantallas, especialmente las más jóvenes, lo importante como familia es comprender qué hacen en ese tiempo y cómo lo aprovechan, para poder orientar su uso.
1Todos los datos extraídos de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2017. . https://microscopias.com/contenidos/Encuesta-Consumos-Culturales2017.pdf
2Kids Online y Chic@s Conectados. Investigación sobre percepciones y hábitos de niños, niñas y adolescentes en internet y redes sociales. Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Más información en: www.globalkidsonline.net
Cuando hablamos de la gran cantidad de tiempo frente a las pantallas, es útil aclarar que las emisiones no ionizantes, como las producidas por el sistema de comunicación móvil, no producen riesgos porque son perfectamente compatibles con la salud, de acuerdo a lo dispuesto por elMinisterio de Salud de la Nación y las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero las familias sí debemos prestar atención a algunos problemas de salud que pueden ser consecuencia de una exposición prolongada a las pantallas. La OMS considera que los niños y niñas deben realizar al menos 60 minutos de actividad física diaria, de intensidad moderada a vigorosa, para evitar así el sedentarismo3. En esta línea, el cirujano traumatólogo Alejandro Druetto afirma que recibe a diario a pacientes jóvenes con dolores de postura o musculares: “Estar demasiado tiempo frente a una pantalla puede aumentar el riesgo de padecer tendinitis flexora en muñeca y dedo pulgar, dolor de espalda, dolor cervical, entre otras patologías"4.
También la alta exposición a las tecnologías puede traer problemas de sobrepeso y hasta insomnio: “Las pantallas son uno de los principales factores que afectan el sueño de las nuevas generaciones”, asegura el doctor Pablo Brockmann, somnólogo5.
Por estas situaciones, es importante atender la cantidad de horas frente a los dispositivos de los chicos y las chicas, con la finalidad de propiciar un equilibrio entre las actividades on y off line que contribuyan a un desarrollo sano y pleno.
La Academia Americana de Pediatría (AAP) publicó recientemente una actualización de las recomendaciones sobre el uso de la tecnología por parte de niños/as pequeños/as, y sugiere “no usarla como un chupete electrónico”, explicando que “los dispositivos pueden ser muy efectivos para mantener a los niños tranquilos y callados pero no debe ser la única forma en que aprendan a calmarse; los niños necesitan que se les enseñe cómo identificar y manejar las emociones fuertes” 6.
Muchas familias admiten que, al mismo tiempo que cuidan los contenidos que habilitan en los dispositivos destinados a los niños, también les facilitan sus propios celulares o tablets para mantenerlos entretenidos en numerosas situaciones. Estos dispositivos tienen una serie de cualidades para el uso por parte de los niños y niñas pequeños, respecto de otro tipo de dispositivos, como la pantalla táctil y de buen tamaño, y la portabilidad.
La licenciada en psicología Susana Sternbach cuestiona: “¿Por qué les daríamos el celular a nuestros bebés? Entre la casi ilimitada oferta de juguetes de todo tipo y para cada momento evolutivo, de colores y formas, de texturas atractivas y estimulantes.¿Cuál sería la razón para entregarles un aparato monocolor, duro al tacto y poco higiénico a la hora de chuparlo, morderlo o tirarlo al piso?”.
La idea de estas recomendaciones es ayudar a las familias a gestionar mejor el uso de los dispositivos digitales y evitar los problemas que vienen advirtiendo los pediatras en sus consultas. El uso de los dispositivos tecnológicos, como todas las demás actividades, debe tener límites razonables. El juego no estructurado y fuera de línea estimula la creatividad. Que el tiempo de juego desconectados sea una prioridad diaria, especialmente para niños muy pequeños, dice el documento de la AAP7.
Analizar el escenario de la escuela es fundamental ya que nos muestra otra consecuencia que puede traer el alto uso de dispositivos tecnológicos: la dispersión.
Según la investigadora Paula Sibilia8, la escuela -para la cual las paredes son vitales y en donde se prohíbe el uso de celulares- está en crisis. Se trata de una institución cuyos “modos de funcionamiento ya no sintonizan fácilmente con los jóvenes del siglo XXI”9. Por eso es importante repensar el ámbito educativo y considerar, además, qué hacen hoy las personas jóvenes con las redes y cómo aprovecharlo en la escuela. Por ejemplo: hay docentes que se quejan de que sus alumnos y alumnas buscan información de Internet y hacen copypaste, pero la docente Cristina Correa destaca que “no es correcto asumir que los chicos no hacen nada cuando ejercen este tipo de prácticas”. Están efectuando activamente tareas como buscar, editar, conectarse a los sitios e intercambiar materiales y dudas.
Por eso es tan importante que la escuela acompañe los cambios que se van produciendo, para poder interpelar los conocimientos que chicos y chicas adquieren de manera informal a través de los nuevos medios, y poder aprovechar y potenciar esos saberes
8Paula Sibila; ¿Redes o paredes?: La escuela en tiempos de dispersión
9Idem (pág 11)
En la actualidad, los chicos y chicas ya no son sólo consumidores de medios, sus acciones con la tecnología los relaciona más con lo que se denomina “prosumidores”, es decir, productores y consumidores al mismo tiempo. Son capaces de producir, compartir y generar contenido de diferente tipo y profundidad: desde sacar fotos hasta editar videos, escribir textos y literatura colaborativa, modificar videojuegos (o crearlos) y crear música, entre otras cosas.
Desarrollan diversas competencias transmedia de manera informalen su interacción con los medios digitales10. Por ejemplo, aprenden gestión de contenidos (saben buscar, seleccionar, descargar material y gestionar la difusión del contenido, así como compartirlo) y lo hacen de manera informal en este ámbito. Es común escuchar a jóvenes decir que adquirieron determinada destreza o capacidad “después de ver un tutorial en Youtube”.
Muchas personas adultas no saben todo lo que sus hijos/as pueden hacer ni las nuevas competencias que adquieren con el uso de la tecnología, por eso es importante favorecer momentos de diálogo donde se hable sobre “la vida digital”, de manera de comprender las lógicas de uso, ý achicar la brecha generacional que pone distancia entre los integrantes de la familia.
No buscamos prohibir que los chicos y chicas usen dispositivos, por el contrario, es necesario consensuar los espacios y momentos en que pueden usarlos11. Elegir cuándo sí y cuándo no, y para esto, es importante poder diferenciar entre cantidad y calidad. El "tiempo de pantallas" no es bueno o malo en sí mismo, su condición se define por las múltiples formas de interactuar, crear y aprender con tecnologías digitales y por el consumo crítico de las mismas.
En general, cuando hablamos del uso de las pantallas se suele hacer referencia a la dimensión del tiempo, pero hablar únicamente de la “cantidad de horas” que un chico o una chica pasan conectados puede ser superficial, ya que hay que pensar qué está haciendo con esa conexión. Esto nos lleva a reflexionar sobre el contenido, contexto y conexiones presentes en cada situación particular. Leer, escuchar música, componerla, editar videos o escribir una fan fiction (relatos de ficción), son usos creativos y productivos de las tecnologías que requieren mucho tiempo frente a las pantallas.
Una de la mejores maneras de trabajar este tema con los chicos y chicas es establecer un pacto sobre los tiempos en que cada integrante de la familia se compromete a estar sin pantallas12. Por ejemplo, durante el horario de la cena y/o antes de dormir. ¡Y es muy importante que las personas adultas también cumplan este trato!
Los padres y las madres deben ser los primeros en poner en práctica las conductas que esperan de sus hijos e hijas para construir un modelo de auto-regulación. Es importante aprovechar las oportunidades para compartir y conversar sobre lo que adultos y jóvenes están haciendo, aprendiendo y descubriendo en el mundo online. Esta práctica en familia tiene mucho más valor que la orden de apagar o el límite dado por el tiempo.
12http://www.chicos.net/cenasinpantallas/
Un detalle importante a destacar es que cuando las personas adultas dan consejos a chicas y chicos sobre los medios digitales, generalmente, estos consejos tienen que ver con qué NO hacer en la web. Por el contrario, recomendamos cambiar esa actitud y establecer las recomendaciones en base a qué SÍ hacer en internet o fuera de la misma.
Es necesario hacerles una contrapropuesta que despierte su interés. Difícilmente, un niño/a se autorregule con el uso de dispositivos, pero sí es importante brindarles acompañamiento mostrando que, además de internet, existen otras propuestas interesantes y entretenidas fuera del mundo digital, y hacerlas con ellos/as.
Incluso, la investigadora Carolina Duek cree que dejar que los chicos se aburran de vez en cuando puede ser una buena idea: “El aburrimiento aparece como un gran problema pero dejar que un chico se aburra está bien. Vos no sos un payaso como padre, no tenés que animar un cumpleaños dos horas. El momento en que uno se aburre puede ser un momento de creación”13
Las señales de alarma se deben encender cuando los chicos/as no tienen ningún interés o hobbie, dentro o fuera de la tecnología. Cuando les cuesta vincularse socialmente con la familia y amigos/as, o mantienen muy poca comunicación cara a cara.
También es importante leer como una señal de alerta, si ante cada intervención respecto de los tiempos frente a las pantallas, comienza una pelea o si no pueden dejar de lado los dispositivos para dormir, estudiar o realizar alguna actividad al aire libre. Otro elemento que nos dará una señal de atención, es si no pueden elegir o decidir cuándo es momento de conectarse y/o de desconectarse, por más de que tengan quehaceres escolares (o de otra actividad) pendientes.
Es importante que en las familias se puedan establecer pautas consensuadas sobre el uso de la tecnología, pero no todas las familias llegarán al mismo acuerdo. Según la Academia Americana de Pediatría (AAP), cada familia debe hacer su propio plan de uso de dispositivos, pensando en sus valores y su estilo de crianza."Cuando se usan de forma adecuada y cuidadosa, los dispositivos pueden mejorar la vida diaria. Pero cuando se usan en forma inapropiada o no planificada, la tecnología puede desplazar muchas actividades importantes, como la interacción cara a cara, el tiempo familiar, el juego al aire libre, el ejercicio, el tiempo de inactividad desconectado y el sueño", aseguran los pediatras estadounidenses en el artículo publicado por la entidad médica.
10 preguntas y respuestas sobre las redes sociales
Para orientar a los chicos y chicas en el uso responsable de la tecnología
Las redes sociales son un invento increíble que nos permite compartir información y estar conectados pero no fueron pensadas para que las usen chicos y chicas menores de 13 años.
Sin embargo, en la vida cotidiana sucede, de todas maneras, las utilizan y se han vuelto primordiales en su vida social. Por esto es necesario que los padres y las madres conozcan bien el ambiente digital y qué puede pasar mientras sus hijos/as están allí. Las redes han generado nuevas modalidades de interacción entre las personase indudablemente afectan los modos de vincularse de niños, niñas y adolescentes; las formas de estudiar, de entretenerse, sus lazos de amistad o cómo amplían sus redes de contactos.
En el mundo actual, prohibir que los menores de 13 años sean parte de las redes sociales puede ser sinónimo de impedir que estén conectados con los amigos y amigas, o que queden afuera de las comunicaciones entre pares. Dentro del entorno digital, controlarlos e invadir sus espacios sociales puede ser contraproducente ya que, seguramente lo harán igual y serán propensos a ocultarnos su actividad.
En este sentido, y como ya se señaló, es importante saber que, al no haber sido pensadas para que las usen niños y niñas por debajo de esta franja etaria, no existe una protección especial para estos casos. Por eso, el acompañamiento y la atención por parte de la familia son fundamentales.
Una buena idea es mantener un diálogo abierto con nuestros hijos e hijas sobre el uso seguro de las redes, ayudarles a configurar su privacidad y enseñarles que sus perfiles deben ser privados para que sólo puedan contactarlos sus amigos y amigas, y no quedar expuestos.
Por otra parte, es clave hablar sobre cuáles son los riesgos cuando están solos/as en la web – y que no son muy diferentes a los que enfrentan en cualquier espacio público-. Es fundamental que tengan en claro que pueden contar con su familia si algo les preocupa o atemoriza.
El mundo de las redes sociales en la etapa de la adolescencia está lejos de Facebook, sobre todo a partir de que el gigante de las redes comenzó a poblarse de personas adultas. Hoy, esta red dejó de ser atractiva para los más jóvenes, ya que madres, padres, tíos, tías e incluso abuelos/as también interactúan allí. Por tanto, chicas y chicos migraron hacia otras plataformas, siendo Instagram la estrella del momento, red social en la que prevalecen las imágenes y la aplicación de efectos fotográficos. Actualmente es la comunidad online más utilizada y, además, permite subir fotos y videos de forma fugaz, que duran únicamente 24 hs. Estas “historias efímeras” funcionan también en otras redes y aplicaciones como Snapchat, Facebook y Whatsapp y promueven que el usuario esté más tiempo conectado con tal de no perderse alguna historia.
Otra de las plataformas elegidas esYoutube, convertida en uno de los espacios de aprendizaje informal más importante, hoy ocupa un lugar central en el consumo mediático de contenidos. Es la gran “escuela a distancia” de las nuevas generaciones y para muchos jóvenes funciona como motor de búsqueda, cuando quieren saber algo, no van a Google sino directamente a Youtube.
Whatsapp, por su parte, es el sistema de mensajería instantánea favorito y, con esta modalidad de comunicación, se modificó la noción de tiempo, lenguaje y, sobretodo, del encuentro presencial. Snapchat es otra de las aplicaciones usadas por los más jóvenes y sigue la misma línea que las historias de Instagram: el contenido que se comparte es borrado a las 24 hs y no se almacena en los dispositivos.
Las relaciones se modifican y, con el auge de internet, hoy es muy sencillo compartir gustos e intereses con personas distantes en el espacio y que, incluso, no conocemos, lo que puede implicar algunos riesgos cuando se trata de los chicos y chicas.
Uno de estos riesgos es elgrooming. En este caso, un adulto a través del engaño se hace pasar por un menor para establecer vínculos con niños o niñas a través de las redes sociales. En general, estos adultos usan identidades falsas y, con el tiempo, consiguen construir un vínculo de amistad hasta ganarse la confianza, y obtener información comprometedora del niño o niña como imágenes, videos o datos personales.
El grooming es una forma de abuso sexual a través de medios digitales, y en algunos casos puede llegar a concretar un encuentro presencial, que conlleva un peligro para la integridad del niño/a. En ciertas ocasiones, los abusadores consiguen estimular puntos débiles de los más chicos como prometerles éxito o fama haciéndose pasar por agentes de modelos o haciéndolos sentir reconocidos y valorados.
En Argentina el grooming es un delito penal, descripto en la Ley 26.904 y puede ser penado con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años. Si un niño o niña es víctima de grooming se puede llamar (durante las 24 hs del día) al programa “Las víctimas contra las violencias” al número 0800-222-1717.
Otra situación que afecta a los niños y niñas es el ciberbullying o ciberacoso entre pares. Este consiste en el uso de medios digitales para agredir a alguien de manera constante e intencional, y se caracteriza por ser una relación en donde se da un desequilibrio de poder en la cual la persona agredida se siente en desventaja y no puede defenderse.
También el sexting puede convertirse en un riesgo. Consiste en compartir imágenes o videos íntimos, de índole sexual o erótica, a través de las pantallas. Se trata de una conducta de riesgo en tanto el material compartido puede ser viralizado luego sin consentimiento, y provocar mucho daño a la persona involucrada. El sexting sin consentimiento está vinculado a la violencia de género, ya que le sucede mayormente a las mujeres.
La herramienta principal es poder hablar con nuestros hijos/as sobre lo que sucede en internet y generar diálogo al respecto. En la conversación es importante recomendarles que utilicen contraseñas seguras, difíciles de adivinar y que no las compartan con nadie, ya que hacerlo no debe ser una prueba de amistad ni de confianza.
Además, sugerirles que restrinjan la visibilidad de su perfil sólo a “amigos” y que no publiquen datos personales que los puedan comprometer o que puedan permitir identificarlos fácilmente. Así como también, alertarlos de que no deben encontrarse con personas que conocen sólo de las redes sociales y que no son de su entorno social. Es fundamental que diferencien “amigos” de “contactos”.
Por otro lado, recomendarles que piensen antes de publicar cualquier contenido en la web ya que, al hacerlo, dejarán de tener control sobre lo publicado; y que respeten las opiniones de los demás: uno puede expresarse sin violencia ni insultos, lo que contribuirá a una buena convivencia digital.
Compartir juegos es una actividad muy provechosa, ya sea en la consola de videojuegos, en la computadora o en las redes sociales. Estos momentos juntos permiten usar a la tecnología para vincularse (en vez de verla como enemiga) y, además, ser parte de su entorno, lo que ayuda a dar el ejemplo de cómo actuar correctamente en la dimensión digital.
La familia debe acompañar transmitiendo los valores y cuidados para manejarse en los entornos digitales, que no son diferentes a los de otros contextos: el respeto, el reconocimiento del otro como semejante, el derecho al buen trato, a no agredir ni recibir agresiones, a no discriminar ni ser discriminado/a, son conceptos básicos para tener en cuenta.
Compartir contenidos de interés e, incluso, aplicaciones, es una buena forma de interactuar con los hijos e hijas. Existen varias aplicaciones educativas y realizar una búsqueda consciente de las mismas para recomendar a los más chicos puede resultar una gran actividad para la familia. En la sección Mundo App pueden encontrar nuestras recomendaciones.
Existen también algunas aplicaciones muy utilizadas que poseen una sección exclusiva para chicos: Youtube y Netflix son dos casos icónicos, donde el perfilkidsadapta el nivel de contenido a la edad o brinda contenido y títulos adecuados para niños y niñas.
Como ya vimos, uno de los motivos por el que los niños y niñas usan TIC es para buscar información, ya que en la web está a tan sólo un click de distancia. Sin embargo, allí no todo está controlado y no toda la información está chequeada.
Según el estudio “Los chicos y las pantallas” que presentó el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) tras realizar un relevamiento sobre estudiantes de secundaria de la Ciudad de Buenos Aires, la mitad de los jóvenes argentinos no distingue entre publicidad e información en la web e incluso utilizan un anuncio como si se tratara de un contenido informativo. Además, 8 de cada 10 jóvenes usan una sola página web y no comparan diferentes sitios la información, con lo cual puede que estén validando algo falso como las fake news o información sesgada.
Estos datos nos muestran cuánto es necesario trabajar en la escuela y en la familia sobre la información disponible en internet y la validación de fuentes y sitios confiables. Una sugerencia que podemos darles es que naveguen sólo en sitios que comienzan con http://, lo cual significa que la información está resguardada.
Es importante hablar con los chicos/as para que entiendan que no todas las publicidades que ven en internet son confiables y que existen propagandas engañosas que solicitan dinero o proponen obtenerlo con facilidad, así como alertarles sobre sitios que les piden datos personales para registrarse.
Hoy en día, la publicidad está dirigida a los usuarios: con un simple "me gusta" dejamos a la vista cuáles son nuestros intereses y es posible armar un perfil de cada persona según lo que fue viendo en internet. Poder concientizar a los más chicos sobre esto es parte de la alfabetización digital, recomendarles que sean precavidos/as y desconfiados/as ante sitios que les solicitan datos personales, tarjetas de crédito o teléfonos.
Se llama sharenting al acto de compartir fotos, videos y anécdotas de los más pequeños en las redes sociales, sin su consentimiento. Muchos padres y madres sacan fotografías a los bebés o hijos/as más chicos y/o graban videos que luego comparten en sus redes sin tener en cuenta que ellos aún no han creado su identidad digital y no son conscientes de las publicaciones. Muchas familias, incluso suben videos que ridiculizan a los hijos/as, lo que puede traer un gran perjuicio al niño/a, en ese momento o a futuro.
Al crecer, los hijos/as pueden no estar de acuerdo con ese registro de su vida online, que no fue creado por ellos mismos sino por sus progenitores. Además, la sobreexposición puede traer riesgos: el video se puede viralizar o la foto convertir en meme, ser usados con malas intenciones o difundirse en entornos no deseados.
La cuestión de la “seguridad en internet” constituye un tema de agenda general para las familias y hay, como ya vimos, distintas maneras de lograr que los niños/as naveguen más seguros y eviten prácticas tales como el sexting o el ciberbullying.
Sin embargo, al hablar con los hijos e hijas no se trata de enseñar sólo cuestiones sobre los posibles riesgos “en línea”, sino de abordar problemáticas que van más allá de la red. Los chicos y las chicas tienen que comprender por qué determinadas cuestiones son problemáticas (abusar, criticar, violentar, molestar, discriminar, etc.) ya que ese conocimiento se transforma en una herramienta para que se sientan más seguros tanto cuando están online como en su vida offline.
10 preguntas sobre el Ciberbullying
Para entender de qué se trata y cómo podemos ayudar para que no se produzca
y en el caso de detectarlo, cómo detenerlo.
El ciberacoso o ciberbullying es el uso de medios digitales para acosar a alguien de manera constante, con intención y duración en el tiempo. Es una manera de agresión muy habitual en la pre-adolescencia y adolescencia y se da en el grupo de pares, ya sea de la escuela o de un equipo deportivo u otro grupo de pertenencia. En esta relación se da undesequilibrio de poder ya que la persona agredida se siente en desventaja y no puede defenderse.
El bullying existió siempre entre las relaciones interpersonales aunque antes no tenía una palabra que lo nombrara Antes se creía que era “una consecuencia indeseada, un efecto colateral de la convivencia escolar”. Hoy en día ya no se piensa lo mismo y se necesita intervenir desde una mirada pedagógica y con estrategias grupales para que no se produzca o para detenerlo.
Con el auge de las redes sociales y el mundo virtual hay otra característica del bullying que antes no existía: este acoso sucede también en las pantallas. Hoy en día el mundo virtual es un continuo del mundo real y, por eso, las prácticas que antes se ejercían cara a cara ahora también suceden a través de las tecnologías. Este dato no es menor ya que trae consigo nuevas características de la práctica: por ejemplo, las burlas que antes solían ser privadas o limitadas dentro de un grupo de pares ahora son públicas.
Otra característica es la velocidad e intrusión con que llegan los mensajes agresivos a su destinatario. Los mensajes intimidatorios pueden enviarse a toda hora y desde cualquier lugar sin que quien los recibe pueda obviarlos ni evitar que le lleguen. Trasciende el ámbito escolar e incluso la ciudad de residencia de los involucrados.
Además, es mucho más fácil agredir detrás de una pantalla puesto que se puede ocultar la identidad en el anonimato con el uso de perfiles falsos o nicknames que ofrecen una sensación de libertad. y así es más fácil decir o hacer cosas que no se dirían o harían personalmente. Sin embargo el ciberacoso al darse mayormente dentro del grupo de pertenencia, no suele ser anónimo por mucho tiempo.
Hay muchos protagonistas fundamentales en esta práctica: los que lo padecen, los que lo producen y los testigos que forman parte del grupo de pares.
El acoso y ciberacoso se produce en una trama social, se arma una “escena” donde todos los integrantes del grupo tienen un papel y cumplen un rol. Sin embargo, estos roles no son fijos, pueden intercambiarse de un momento a otro.
Es clave mantenerse atento a los estados de ánimo de los chicos, chicas y adolescentes, porque, aunque a veces les cueste hablar, dan señales específicas si algo malo les está pasando.
El acoso en las redes sociales se expone ante muchas personas y surgen sentimientos de vergüenza y baja autoestima en quien lo sufre. La persona acosada no puede ni siquiera aislarse en la intimidad de su habitación ya que seguramente allí también reciba las agresiones a través de su celular u otro dispositivo con Internet.
Algunos indicios que nos pueden ayudar a darnos cuenta de que algo malo sucede con nuestro hijo o hija son: la necesidad de aislarse o quedarse en soledad; angustia y tristeza; baja repentina del rendimiento académico; no programar salidas con sus pares o no tenerlas; no querer asistir a fiestas; no querer ir a la escuela; mostrar signos físicos como inapetencia, dolor de cabeza, sueño, dolor de estómago, entre otros. Como ninguno de estos síntomas es exclusivo del acoso, solo deben leerse como un alerta de un malestar social que se traduce en un malestar físico. Se podrá comprender la situación que le perturba a través del diálogo o de ayuda profesional si fuera necesario.
Si nos enteramos de esta situación, lo más importante es no minimizarla, es decir, no restarle importancia. Es clave escuchar a nuestro hijo o hija y no pensar que exagera, darle la confianza suficiente para que pueda contar qué le sucede.
Es importante también que nos comparta las pruebas de las agresiones, para poder llevarlas a la escuela. Recomendamos que la familia recurra a la institución educativa o hable con el responsable adulto del grupo donde se produce el acoso, para poder pensar juntos las mejores estrategias de intervención. No se recomienda que la familia actúe sola. También es recomendable que puedan consultar con algún profesional sobre cómo manejar la situación.
Las redes sociales ofrecen botones de denuncia y posibilidades de configuración de la privacidad que podemos usar para trabajar junto al niño o adolescente que sufre de un acoso, como el bloqueo de personas y el denunciar una publicación agresiva por ejemplo.
En primera instancia se debe educar en el respeto por el otro y promover el concepto de igualdad y responsabilidad ante los demás. Si un padre o madre ve que su hijo/a agrede en las redes sociales debe hablar con él o ella para descubrir las posibles causas de su actitud y debe explicarle que ese no es el modo de canalizar su enojo o conflictos. Juntos pueden reflexionar sobre cómo se sentiría si la situación fuese al revés e insistir en la actitud de “no hagas en Internet lo que no harías cara a cara”. El siguiente paso a la reflexión será la reparación al que fue perjudicado, es decir poder hacer algo que demuestre su cambio de actitud con esa persona y para el grupo.
Es importante acercarse a la escuela para manifestar la preocupación ante este tipo de situaciones y encontrar la manera de ayudar a los chicos o adolescentes que está manifestando su vulnerabilidad agrediendo a otros.
Si bien no es un lugar fácil el de los testigos, hay que entender que forman parte necesaria de la escena del bullying para que se produzca y se mantenga en el tiempo. Por eso hay que transmitirles la importancia de que no se sumen en esa agresión, y que pueden ser parte de frenar el acoso a un compañero o compañera si desaprueban lo que sucede en vez de sumarse. No hacer nada no es una solución: Los chicos pueden frenar el acoso al no compartirlo ni difundirlo. También pueden denunciar el contenido que consideran violento o agresivo y realizar un comentario desaprobando la práctica del bullying.
Como familia, es muy importante lograr que sus hijos les cuenten o muestren cualquier situación de acoso en el grupo para que puedan pensar juntos los pasos a seguir.
Ninguna familia quiere que su hijo o hija se enfrente a una situación que pueda dañarlo. Por eso es importante favorecer espacios de diálogo para hablar sobre el uso del entorno digital y entender cómo son sus interacciones allí, cómo las viven y qué dificultades tienen.
En las redes sociales, es muy importante poder acompañar a los más pequeños en la configuración de su privacidad, alertarlos sobre los riesgos que pueden enfrentar, reflexionar juntos sobre los “amigos” que aceptan y darles confianza para que puedan contar con su familia si algo los atemoriza o preocupa.
Debemos tener en cuenta que las redes sociales son espacios para mayores de 13 años, por lo cual no son lugares que cuenten con protecciones especiales para los menores.
Las recomendaciones que hay que darles a nuestros hijos e hijas para manejarse en el entorno digital son similares a las que se les da para vivir en sociedad. Por ejemplo, no aceptar ningún trato discriminatorio o violento, educar en el respeto, fortalecer la autonomía y empatía. Es importante que los chicos y chicas puedan ponerse en el lugar de la otra persona y hacerles entender el daño que ocasiona el bullying en las redes, para que no lo ejerzan. Compartir con ellos reglas de convivencia en la web para que no agredan y eviten agresiones o situaciones desagradables. El acompañamiento es un factor fundamental.
La escuela en primer lugar debe trabajar desde la prevención. Esta se logra con programas de convivencia basados en valores, comprometidos con la realidad de los alumnos y alumnas. También deben incluir la educación para la ciudadanía digital, es decir pautas sobre los derechos y obligaciones de cada persona cuando interactúa en Internet, el cuidado de la intimidad, la publicación responsable de contenidos y la manera de comportarse con valores en las redes.
La familia, la escuela y los chicos y chicas deben trabajar juntos para detectar las agresiones y actuar para detenerlas, pudiendo identificar a alumnos y alumnas que no se sienten bien en un grupo yque dan señales de incomodidad, agresión, miedo o aislamiento.
Cuando el acoso entre pares se produce, los educadores deben actuar lo más rápido posible para detenerlo. Es indispensable establecer una sanción que sea considerada justa por los actores involucrados, para pasar a un segundo momento reflexivo y reparatorio.
Las TIC (tecnologías de la información y comunicación) borraron la frontera “interior-exterior” de la escuela y, aunque la agresión o el acoso hayan sucedido en el mundo virtual, los educadores y educadoras no pueden dejarlo de lado ya que se trata del mismo grupo de pares: y como ya dijimos, no hacer nada no es una solución.
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